Bajando a los infiernos

 

mono golpeando una máquina de escribrirNo era Lunes, ni el viento hacía golpear las ramas de los árboles contra mi ventana...

- Rediósss ¿Dónde me encuentro?- Una dulce voz habló.

- No es lunes, solo estás en los infiernos, corazón. ¿A qué infierno quieres dirigirte?.

Estoy durmiendo, siiiiii ?, no se. Me pellizco como en las películas pero no me despierto, así que sospecho  que se trata de un mal viaje. Tengo la puta costumbre de coger a veces, cualquier seta que no conozco, y probar un pequeño trozo, revueltas con las demás, ( ¡Pero hostias!, si está interné,  ¿porqué no miré?,  aunque fuera la primera búsqueda en la wiki..., ¡¡Joder!!),  La cosa esa es la que habló.... sigue mirando como esperando que le conteste, ¡ cualquiera !.. con tal de que desaparezca de mi cerebro.

- Alllllll de Mordor..??

Suena como el timbre de un ascensor, aparece un cartel en rojo, "infierno de Mordor",  y alguna fuerza me precipita hacia allá. Luego de atravesar  la boca, luces psicodélicas pasan veloces de abajo a arriba, (esto a mi me suena de alguna película jipirrevenía) continuo. ¡Zasss, latigazo en el espinazo!, parón contra  un muro, y otro adefesio al lado de una puerta. Será,  Caronte?, porque al lado hay otra cosa con 7 cabezas, y que creo reconocer vaga mente, a... Márilin ?,  pero tirando dentelladas a la otra, que pudiera ser Marlon Brando ? que le increpaba como una fiera

- ¿Acaso no sannnnnngro, si me me muerrrrrdes?

.. Ava ? , quizás? No dejaba de apuñalar el cuello de, Rick ? convertido en un poseso que la ahogaba con una mano de las.. no se, no podía contar las extremidades, no me fijé en el resto,.. El pánico me agarrotaba hasta los gestos de la cara cuando se fijaron en mí, pero pude aún decir:

- Esto no es el infierno de Morrrrdor...

La cosa me contestó seco.

- No. Aquí somos muy serios, y si no quieres arroz pues te damos 2 tazas. ¡An Dante que es Gerundio!.

Las siete cabezas se rieron al unísono, y Caronte las dió un latigazo que las rodeó a todas en un chasquido con eco. Y las forzaba a ir hacia atrás, golpe a golpe,   mientras les gritaba

-  Vanidad, ¡tomad Vanidad!, y creced.

E Iban dejando abierto otro hueco al que otras cosas me empujaban a ir. Al entrar, una fría mano me recorre por atrás, me agarra la cara y me la dobla hasta dejarme a medio palmo de otro  perfíl aguileño, un mal recuerdo de la figura de Dante del cuadro de Botticelli, pero personificado en la maldad. Otra mano tan helada como la siniestra, me tuerce al otro lado y aparece la más lasciva cara que se puede poner en un ángel tatuada. Ambas caras me lamen bífidas, que si a un lado me giro aparece una, o la otra al otro, y la una me tira a un lado, mientras la otra a otro.  Dos manos ardientes me bajan camino de mi sexo, la una  introduce un dedo en mi vagina, la otra me agarra el miembro. Un pinchazo me recorre la espina dorsal como si se me hubieran clavado dos espinas entre las vértebras, y a cada espasmo que de abajo me arrancaban, e intentaba  subir a mi cerebro, otro nacía y se interponía de dolor en el mismo camino,  como un latigazo del nervio ciático recorriéndolo hacia abajo, hasta la punta de mis píes. Y, éstos, sin mis ordenes, y con la carga bicefálica, como del más grosero  caduceo de Mercurio, empezaron a andar bajando escalones.

- Y ahora recorramos juntos el camino de la vanidad. Dile Beatriz.

- No has comido setas,  anónimo. Mísero de ti, querías saber del futuro, y adulaste a un Dios hasta arrancarle el secreto de cómo bajar aquí. Y aquí tienes el premio, para tu conocimiento, el inmenso mar de la Vanidad. Hace muy poco tiempo que el cielo decidió, de este otro infierno. Por tantos como apostásteis por alcanzar el parnaso sin esfuerzo, y empezó  a propagarse internet. Ahora está el infierno de la Vanidad, y el resto, que ya solo son un pasado, pues todos caéis en el mismo pecado, y por él ejecutáis muchos de los otros. Dile Beatriz

- Llegamos. Ahí tienes a Homero, único que suplicó respeto a los dioses, y por ello lo dejan recordar tantos instantes, a él , como lo recuerden los miserables actuales escritores. Esas lucecitas efímeras que centellean y se apagan en un instante, son las citas que recibe. Ése que está con la cabeza recostada en su regazo,  totalmente sumido en la oscuridad, y alocado, es Virgilio. Ya no gusta, así de lacónica se presenta la fama. Por ahí están tirados Ovídio, ahora entre tinieblas, copiado hasta hartar,  Esquilo, Aristófanes...

Antes de bajar el último escalón, estaba ya en el borde del ponto y ya empezaba a sumirme en la humedad y la podredumbre humeante, una luz como una flor de cala, se me colocó encima de la cabeza, y enfocaba hacia la densa oscuridad, que solo dejaba ver en lontananza perfiles. Había como isletas, que sobresalían de la planitud del piélago, que se iban abriendo y acumulando hacia el horizonte, desde donde me entraba ya unos metros en algo nauseabundo, pero prominente varios palmos, obedeciendo la voz de Luz-bel. Ésta apuntaba, iluminaba y aparecían lo que describía, pero para mí, solo caras irreconocibles, sobre cuerpos pidiendo el descanso de la muerte, al que no dejaban.  Varias arpías diminutas que arañaban y picoteaban a Virgilio, Homero rostro de ciego, manoteaba intentando apartarlas del pesar de su discípulo. Esquilo no paraba de reír, y contaba chistes. Al alumbrarlo como si se dirigiera a mí, empezó

- Un pecador vanidoso que baja al infierno, preguntando por Homero, y va y le dice Luciled, "Esto no es una pescadería,   ¡majadero! y lo metió en el ponto".

Aristófanes no paraba de llorar y quejarse lastimeramente, también se dirigió a mí

- Forastero, haz que se calle por un instante, ¡un solo instante, por amor de dios!.

- Ésa es nuestra ubicación. Allí le doy porculo a Bocaccio, y éste le come el coño a mi Beatriz sin que pueda evitarlo, y ésta no para de decirme: "Escribe mejor que tú, escribe mejor que tú, escribe mejor que tu."

Allí estaba Cervantes con una nube en su cabeza llena de truenos y rayos, Moliere comido por los mosquitos, y Shakespeare despellejado.... Beatriz, lamia mi oreja, me arrancó otro estertor de mi pene y su recíproco de mis huesos, limpió su manó de mis fluidos en mi pelo, y señalando me susurraba.

- Grandes escritores sobre la vanidad, nada como entre sus letras para reconocer a ésta,  pero ellos sabiendo, sucumbieron a escribir arrimados a ella. Mira el precipicio de la inmensidad.

El foco de mi cabeza resplandeció tanto que parecía que hubiese nacido el sol de mí. Una pared inmensa que vertía como una catarata y que se perdía en el infinito, buscando el perfil del piélago, dejaba caer cientos y cientos de cuerpos aullando, entre una  especie de licor obscuro, maloliente, como frente al que me afanaba en avanzar contra mi voluntad. Tal luz me hizo ver que el agua no era líquido  sino similar, pero de signos. Signos de escritura, del tamaño de un grano de arena que se deshacían al tocarlos. Estaba nadando en letras.  

- ¿Quienes son esos que caen? - Pregunté.

- Son almas vanidosas de ser famosas, que quieren perpetuarse en el tiempo, y que se dan a escribir. Por eso este río que gira en el infierno una y otra vez, época tras época, ahogados en letras  los vuelve a elevar  y los deja caer. ¡Son centenares de miles por instante!. Solo ves lo que alcanza tu vista, por tan corto que eres, que solo de ella te vales, pero allá, más atrás,  hay muchas más cataratas y ríos. Ahora la atravesamos y ya ves la catarata de los trol, esos que llegaron como abogados del diablo, y fueron condenados por él mismo.

-Te refieres a los Trolls, le seseé. 

E inmediata "Beatriz" soltó mi pene y apretó mis testículos que me desmayaba, pero las piernas no obedecían a mi cerebro,  mientras Dante, me pellizcaba tirando como con un alicate  el clítoris, que no sabía a cual dolor atenerme,  y me dijo amenazadora:

- ¡Saco de vanidad!, No corrijas a un maestro, que miró al decir por tu idioma, cosa que tu nunca hiciste.  Más allá tienes una catarata para los que despreciaron su lengua materna, y diéronle de patadas a diario, como tú haces. Ya estás en la lista de los listos, la de los que están en todas las cataratas, saldrás de una para caer por otra.

De nuevo sus manos volvieron a su antigua tortura, y  mientras me adentraban atravesando catarata tras catarata,  apareció una especie de explanada con personas en pareja que explotaban. Me explicaron:

- Al lado de los aduladores, que casi instantáneamente, arden como el papel, cada vez que profieren un, "¡Que hermoso escribes!" , están los embriagados de vanidad que se disuelven hirviendo al recibirla, y al proferir un ¡Gracias, tu también escribes muy bien!,  el adulador se recompone, para comenzar a disolverse, así como el adulado entonces arde, y todo vuelve en una espiral de fuegos fatuos y mierda licorosa.  Dile Beatriz.

- Recompuestos esos, suben las escaleras y los lanzan aquellas fieras al vacío, y se rompen  en mil pedazos como vidrio contra esas rocas afiladas que los recibe,. ¡Son lo premiados por su blog!, y que exhiben orgullosos el dibujillo. Aquellos de más allá son los aduladores profesionales otorgadores de premios. Cada latigazo les arranca media espalda, que va a volar cayendo en medio de esa jauría de perros que los devora.

Ya hastiada mi vista y turbado en mi pensar de tal exceso, aparecieron flotando miles de cabezas sobre las cuales, un ejército de monos locos,  saltando sobre ellas, con una mano las apuñalaban, y éstas, que abrían la boca ahogándose, supongo que por el infinito, en letras, mientras los monos las golpean también con la otra mano, con lo que me parecen máquinas de escribir, que saltan como sus huesos hechos añicos y teclas. 

Apareció una varita mágica  suspendida, y los tocó, y de nuevo renacían ahogándose,  y yo pregunté, 

- ¿Quiénes son esos?

-Son los copiones, los copipastes, los  compartidores del trabajo de los demás, el género más detestable sobre la tierra de los vivos, que se apropian de la fama o infamia de,    o    trosssssssss  Como un eco se iba su voz al fondo diluyendo. ............ .................. ............. ................ .............................. ..................... ......................................................................................., Abro los ojos y huelo a hospital, la sabana es de un hospital, estoy en la habitación de un hospital. Recuerdo que no era lunes, cuando me sometí a operarme de la nariz, pero también recuerdo mi viaje al infierno, y no debería producirse, no debería recordar bajo la anestesia, levanto la sábana y me miro  el sexo y uno de los dos,  no estaba.


 

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